Texto leído en la presentación de cantineras.
28 - 06 - 2017
La alegría que sentimos hoy no es solo de hoy. La mayoría de las cantineras que vemos aquí, y la mayoría de quienes les han alegrado el paso con su música, ni siquiera habían nacido cuando comenzó esta fiesta que celebramos. Porque aquí no estamos celebrando el día de San Marcial de 1522. Aquí estamos celebrando el Alarde, el que invita a participar en el puesto que le apetezca a toda la ciudadanía de Irun, joven y no tan joven, a mujeres y a hombres.
Y eso es mucho más importante que la celebración de hace casi quinientos años. Hace tiempo que el origen de la fiesta no es más que la excusa para celebrarla, que lo que importa de verdad es qué simboliza el Alarde; es decir, qué Irun queremos representar, ante sus habitantes y ante el resto del mundo. Hace 21 años parecía que unas mujeres solo querían algo tan sencillo y tan poquita cosa como participar en la fiesta de su pueblo, nada más. Se equivocaban. Porque no fue sencillo. Pero sobre todo porque no es poca cosa. Es extraordinario. A partir de 1996, ha cambiado profundamente el concepto de fiesta, de tradición, de patrimonio cultural, por lo menos en toda Euskal Herria. A partir de entonces nada ha sido igual, ni en Irun, ni en Hondarribia, ni en Valcarlos, ni en Zuberoa, ni en Baztan, ni en Antzuola, ni en Llodio, ni en Elorrio, ni en Zumarraga... en ningún sitio.
Aquellas mujeres, estas y estos jóvenes, quienes estamos aquí y ahora, hemos demostrado que la igualdad no es un adorno, y menos en el día grande de cada pueblo; al contrario, entonces más que nunca es un derecho fundamental. Hemos demostrado que el patrimonio cultural no es un tesoro guardado bajo llave en los museos, sino algo que ha de estar al alcance de la ciudadanía. Hemos demostrado que el folklore no es una mera escenificación con músicas alegres y ropas de colores, sino el rito que aúna un pueblo y estrecha las relaciones entre sus habitantes. Aquellas mujeres no lo sabían, nadie lo sabíamos; pero el concepto de tradición que inaugura el siglo XXI nació en 1996, y lo hizo en Irun. Después ha venido la UNESCO, en su convención de 2003 de patrimonio cultural inmaterial, a ratificar que su apuesta fue legítima; es más, que es la única legítima: la fiesta, la danza, el rito, sea lo que sea que se quiera considerar patrimonio tradicional, primero habrá de respetar los derechos humanos, tendrá que demostrar que es un instrumento para la convivencia, y que refuerza las relaciones igualitarias entre personas. La música, los colores, la historia... todo eso está muy bien; pero no son el núcleo de una tradición, no, al menos, de una tradición que quiera perdurar en el siglo XXI.
La tradición, el patrimonio cultural, es como todo: para que viva ha de cambiar, se ha de adecuar a la realidad que le da sentido. Han pasado quinientos años, y nuestro Alarde es joven, fresco, vivo, porque lo ofrecemos a todas las personas que lo quieran disfrutar.
Las tradiciones están más vivas que nunca en la Euskal Herria del siglo XXI, y lo está porque las mujeres se han incorporado a ellas. Estas chavalas, estos chavales no lo saben, igual ni les importa, porque su Alarde siempre ha sido así, en Irun y en todas partes. Solo sienten la fiesta, la alegría. Quienes tenemos algunos años más también sentimos alegría sanmarcialera, sí, y también sentimos orgullo, porque ahora la fiesta es mejor.
ONGI PASA JAIAK. GORA IRUN. GORA SAN MARTZIAL!!