Euskal Herria... Gipuzkoa... Irun... 29 de Junio... 16:55 h. en uno de los barrios de la ciudad. La gente congregada mira en una dirección concreta. "Cloc, cloc, cloc" resuenan a lo lejos los cascos sobre el asfalto. - Ama begira!. Zalditeria!. Anuncia una voz infantil. Ya se aprecian las elegantes formas de los caballos y las originarias chaquetas negras pertenecientes a los que los montan. Posteriormente y, a caballo entre la tradición y la modernidad, se transformarían en casacas más vistosas de inspiración napoleónica.
Es la Caballería, pero no es una unidad más. Si tuviéramos que ubicarla anatómicamente en el cuerpo del Alarde, estaría colocada a caballo entre el cerebro y el corazón, pues es aquí donde se encuentran los más altos mandos del Alarde, y es desde aquí desde donde se dirige el transcurso del mismo. Es la unidad más disciplinada. Es la que requiere mayor seriedad. Aquí no hay ensayos los días previos porque, la mayor parte del año constituye un ensayo para su preparación. No se puede dejar nada al azar, aunque siempre toca improvisar a última hora lo que no se puede prever. Para todos sus componentes, a caballo entre la compostura, la seriedad y la responsabilidad por un lado, y la fiesta y el jolgorio por el otro, siempre prevalecen las primeras.
¡Que elegante! ¡Que respeto se aprecia a su paso! ¡Que bonita se ve desde fuera!. Pero también es dura. Sobre todo cuando aprieta el calor, la sed o la vejiga. ¡Cuidado con esa arqueta! ¡Cuidado con esa moto que va a arrancar de repente! ¡Ojo que van a disparar los cañones!. Siempre atentos a cualquier reacción espontánea.
Pero, a caballo entre la precaución y el disfrute, qué bien se ve todo el Alarde desde estas magníficas atalayas que son nuestras monturas. Hay que reconocer que las vistas son privilegiadas.
Nervios... sudor... emoción... cansancio... Que a gusto brindaremos cuando terminemos nuestro trabajo, sonrientes y comentando la jugada, con el olor del cuero de las botas y las sillas todavía pegado a nuestra piel. ¡Sí, decididamente sí. Llena de orgullo y satisfacción pertenecer a la Caballería.
- ¡Ama, goazen hurrengo errebista ikustera! - Comenta de nuevo la voz infantil.
Y, a caballo entre barrio y barrio, ya se aleja el sonido de los cascos.
A caballo. Siempre a caballo. ¡Claro; esto es la Caballería!