20 años
Junio 2018
No todo lo que siguió fue bonito y no merece la pena recordarlo demasiado. Pero es imprescindible detenerse en algunos puntos del camino: en la violencia y el miedo de aquél primer día; en la injusticia y la impotencia del segundo. Es éste segundo – el de 1997- el que con el tiempo ha demostrado ser el punto de no retorno: el momento en el que todo pudo solucionarse, en el que, por una vez, allí estaban la tierra, el sol y el agua que habrían podido hacer brotar una cosa diferente: una fiesta para toda la ciudad, integradora, igualitaria, conciliadora y hasta razonable.
No fue eso lo que ocurrió, está claro. Las fuerzas del invierno actuaron de noche, socorridas por casi todas las instancias de poder; actuaron incluso contra sí mismas, contra las instituciones y principios que nos habíamos dado, contra sus propias decisiones, contra todo lo luminoso y límpido, y, a su manera egoísta y cerrada, triunfaron.
Pero no del todo, o no estaríamos aquí hoy. Como el agua que siempre encuentra un camino, fue necesario que nosotras encontráramos el nuestro. Este nuevo camino ha sido diferente, más largo y más tortuoso del que pensábamos recorrer, pero es un camino posible. Hace veinte años que empezamos a pisarlo y ha llegado el momento de pararse a celebrarlo, a celebrarnos.
Celebramos, en primer lugar, la vida, el ejemplo y el recuerdo de quienes nos faltan y celebramos la alegría, el compromiso y el valor de quienes han ido llegando. Muchas de ellas y de ellos son los niños y las niñas que han aguantado nuestros vaivenes durante todo este tiempo. Gracias por haber crecido para convertiros en nuestras compañeras y compañeros, por haber soportado con inocente convicción las diferencias en los patios y en las aulas, en las cuadrillas, en las familias. Poco a poco este árbol será vuestro y celebramos hoy saber que estará en buenas manos, que las ramas serán tan fuertes y osadas como lo fueron las raíces.
Celebramos el constante compromiso de algunas instituciones como el Ararteko, Emakunde, la Diputación Foral, sin las que sería imposible recorrer este camino y lamentamos el constante fracaso de otras, especialmente de nuestro Ayuntamiento, en cumplir los fines para los que fueron creadas: solucionar los problemas, mediar entre la ciudadanía, comprometerse con los valores de la igualdad. Y hoy, mientras celebramos, queremos volver a decirle al señor alcalde lo último que nos permitió decirle en persona: NO DESISTIREMOS. NUNCA.
Celebramos nuestra propia existencia, que es, en sí misma, resistencia y esperanza. Porque cambiar de camino no significa cambiar de destino y el nuestro sigue siendo la igualdad plena en nuestra fiesta. Porque es lo que Irun debería merecer y a lo que debería aspirar y es aquello para lo que brotamos.
Y celebramos, cómo no, que esa resistencia sea cada vez más alegre, más joven, más plural, más abierta, porque sólo así puede resistirse el tiempo suficiente para ganar, porque sólo así queremos ganar.
Cada vez que una mujer se pone la corbata roja, ganamos; cada vez que una mujer compra unas alpargatas con cintas negras, ganamos; cada vez que una mujer decide si irá con la escopeta, con el txilibito, a caballo, o ese año disfruta desde la acera, brota de nuevo la semilla.
Después de veinte años, el nuestro es ya un árbol fértil, soleado y sonriente. Seguimos siendo inocentes. Y atrevidas. Y seguimos teniendo la determinación de quien se sabe en el momento correcto y en el lugar correcto. Brotemos otra vez, seamos primavera otra vez y que el futuro esparza nuestra semilla, la de la igualdad, a los cuatro vientos.
Mertxe Tranche